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Melanoma es una palabra llana. Tanto, que no esconde nada. Es un libro de medicina abierto por la página que más quema. Es una evidencia a plena luz del día. Y aún así…

Son las ocho de la mañana y el sol incide secante sobre la piel del madrugador. Si fuese invierno, otro gallo cantaría. Pero es verano y el gallo está mejor a la sombra, cantando pero por lo bajini. Los grillos de la noche están durmiendo a buen recaudo. No irían a la playa ni a punta de escopeta. Pero los seres humanos sí. La procesión de penitentes cargando parasoles, sillas, hamacas y neveras –todo plegable, portátil y de colores estrafalarios– se dirige hacia la primera línea de la parrilla; literal.

Otro tanto sucede donde el mar no está cerca. Siempre hay algún río o en su defecto piscina para acudir a refrescarse. Y de paso, a tomar el sol. Porque el Sol es bueno para la salud. ¿Es esto cierto? Por supuesto. Pero, como siempre, ¡vivan los matices! El sol es bueno en su justa medida, que no es otra que muy poco y con mucha precaución. Como todos los posibles excesos que disfrutamos, mientras no se nos caiga el posibles de la oración.

El melanoma, o cáncer de piel aumenta año tras año. Lógico. La gente de piel blanca, quiere ponerse morena. Si se parasen a pensar lo que darían los de piel oscura por ponerse blancos así de fácil, igual se iba al traste tanta tontería como hay con el asunto del bronceado. Es igual, no me alargo que no da el tema para tanto: ¡estáis invitados a la barra libre! ¡melanoma para todos! Yo es que me pongo protección solar cuando tomo el sol en vacaciones, pero a diario en mi trabajo de albañil no… ¡No se puede estar en todo! ¡Claro que no artista! Maravilloso.

Abandono el rollo moralista y que cada quién haga lo que le plazca con el sol. Total: los que van a asarse al sol sin conocimiento alguno dudo que aguanten tanto tiempo leyendo algo como para llegar a este punto del artículo. Esa gente solo leen literatura de alcurnia, del tipo cosas de Coelho o las cincuenta sombras de Grey –que digo yo que ya les vendrían bien cincuenta sombras ahora mismo para taparse un poco de la solanera que les está abrasando la cogotera. Sigo que me pierdo.

El Sol es el Astro Rey; la bendición para la vida en el planeta Tierra. Hasta ahí todo muy bonito. Ahora démosle la vuelta al razonamiento: el Sol es el mal. Nos aprovechamos de que existe pero en realidad es el ente más destructivo que alcanzan nuestros ojos. ¡Si será destructivo que no podemos ni mirarle fijamente! Es muerte, destrucción instantánea. Una continua diarrea fatal de tormentas letales. Una barbaridad que irradia rayos mortíferos como razón de su existencia. Si hay una idea razonable de algo parecido al demonio, precisamente es el Sol.

Los antiguos egipcios dejaron constancia de su veneración al dios Ra –que era el sol. Pero todo era una pantomima para hacerle la pelota, a ver si con suerte no se pasaba con el calor y tenían las crecidas del Nilo en paz. En todas las culturas de la historia de la humanidad se ha venerado del mismo modo al Sol: una bendición… ¡pero que no se pase, que nos jode la cosecha! Y toda esta sabiduría popular se va de bruces cuando llega la cultura del bronceado; ¡a tomar por culo! –por cierto, el culo: el gran resistente ante este desbarajuste de freírnos la epidermis por gusto estético. A saber: quien se broncea también el culo, no merece ni un segundo de nuestra atención.

Todas las representaciones que el hombre ha ido creando del infierno a través del arte, son una perfecta postal del sol si pudiese edificarse en su superficie un grandilocuente Marina d’Or. Infierno de vacaciones… ¡Qué bonito! ¡Qué poema! Vamos a tomar el sol/ al Sol/ pero vayamos pronto/ sino no podremos/ quemarnos vivos/ en primera línea/ qué horror/ por favor/ venir al Sol/ sin bronceador.

Julio Iglesias es uno de los apóstoles del bronceado. No hubiese tolerado Luis XIV semejante cantante color caoba amenizando sus veladas en la corte de pelucas y polvos blancos empolvando la cara al completo y no solo la nariz. Y es maravilloso imaginar esta paradoja: el Rey Sol despreciando a un cantante por estar bronceado. Toda una filosofía de la lógica natural condensada en esta imagen. Luis XIV fue un déspota.  Hizo lo que le vino en gana, pues nadie tuvo tanto poder como él. Como el Sol. Y en vez de protegerse, los idiotas aspiraban a estar bajo su influencia, arriesgándose incluso a terminar quemados. Como siempre hacen los idiotas con el Sol.

Podéis ir a la playa, al río, a la piscina. Id, disfrutad y llevaos vuestras mierdas en una bolsa exclusiva cien por cien algodón que solo la llevan las personas realmente trascendentales. Y leed ¡benditos! Leed mis libros, ¡que son lo más granado del underground contemporáneo! Pero cuidaos del Sol. Porque no es oro todo lo que reluce, como dice el dicho popular. El Sol es oro si se interpreta como tal, tomando todas las necesarias precauciones. Sin ellas, el Sol es lo que es: el infierno. El mal supino que confunde a quien se deja confundir.

Melanoma es un nombre de tango. Me he acordado de la gran Almudena Grandes, –pero solo como homenaje simpático y aprovechamiento de una estructura sintáctica con musicalidad. El tango es una pena que quema pero se baila con sensual dignidad. No veo mejor manera de homenajear a las masas de descerebrados que, ahora mismo mientras escribo este artículo, estarán machacando sus células dérmicas con rayos de sol. Trazos de metralla invisible. Solo se me ocurre una genialidad mayor: tomar el sol en Chernobyl. Seguro que muchos lo van a hacer y nos lo van a mostrar desde su Instagram. ¡Que el dios –Ra– los bendiga!

Sergi Mo

Author Sergi Mo

Artista. Pintor. Narrador de historias.

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