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«Siempre e inevitablemente cada uno de nosotros subestima el número de individuos estúpidos que circulan por el mundo». Carlo M. Cipolla 

Cocinar idiotas es una tradición antiquísima. Los primeros escritos acerca de esta temática se remontan al siglo catorce y fueron transcritos por unos frailes idiotas, que no tenían mejor trabajo que hacer. Luego, ha sido una temática recurrente a lo largo de la historia de la gastronomía, tanto escrita como oral.

Un idiota sin cocinar es altamente tóxico. Y cocinado, queda en puro indigesto. Esto es: da mucha pesadez y malestar, pero no compromete seriamente la salud. También, el sabor del idiota dependerá del proceso de cocción al que sea sometido. Hay quienes los prefieren, prácticamente crudos. A otros les gustan bien hechos. Y algunos se atreven con ellos, incluso pasados.

En tiempos de cambios en los hábitos gastronómicos occidentales, cocinar idiotas se erige como una de las grandes revoluciones, alternativa tanto a la tradición como a la innovación. Además, como signo de compromiso con el medio ambiente, cocinar idiotas se postula como una de las grandes acciones de cara a tratar de revertir los efectos del cambio climático. ¡Salvemos el planeta, cocinando idiotas!

A continuación le explico cómo poder hacerlo correctamente, en diez sencillos pasos:

1Escoja al idiota idóneo. La oferta es muy superior a la demanda; el excedente rebasa con creces la capacidad real de absorción del propio mercado. Ante ello, la clave primera consiste en saber elegir correctamente al idiota. Puede guiarse por la norma, «cuanto más crudo parece, más idiota es».

2Visualice el proceso de cocción. Si observa al idiota y no es capaz de imaginarlo cocinado, siga buscando. La intuición es clave para plantear un resultado coherente.

3Actúe con precaución. Por muy idiota que sea, el idiota siempre mantiene una conciencia de su propio ser altamente egocéntrica. Si se descubre intimidado, puede resultar, incluso peligroso. Hay que obrar con la sensibilidad necesaria como para que el sujeto objeto no se sienta nunca como tal.

4Elija la cocina adecuada. No es lo mismo cocinar un idiota en un bar, que en una cafetería, que en un restaurante, que en su casa o que en la casa del idiota. Por ello, si usted quiere cocinarlo, debe elegir dónde.

5Escoja el momento adecuado. No se cocina igual un idiota al amanecer, que al mediodía, la tarde, la noche o la madrugada. Existen multitud de recetas acopiadas en libros, tratados, panfletos… Indague por su cuenta y descubra las múltiples posibilidades que la historia le ofrece.

6No vacile. Siga su intuición hasta este momento. Tanto al escoger, como al visualizar la receta, la cocina y el tiempo adecuado, guíese por su intuición. No hay mejor consejo que el que viene implícito en el subconsciente.

7Nunca sienta pena. La condescendencia es necesaria en el ser humano,  pero la indolencia es imprescindible para no sucumbir al posible contagio cuando manipulamos al idiota. Ya que no podemos ponernos guantes de nailon ni tampoco mascarilla –pues ello nos delataría–, el único modo de prevención  posible es el expuesto.

8Trate de evitar las prisas. La percepción del idiota está alterada por naturaleza. Debido a ello, es obligatorio nunca comenzar a cocinar al idiota de forma agresiva. Necesitaremos iniciar la cocción a fuego muy lento, para que, no solo no se sienta violentado, sino que se sienta incluso cómodo.

9El proceso necesita su tiempo. Nunca debe precipitarse por querer descubrir si el idiota está ya perfectamente cocinado. Sea altamente cauto en la espera del momento, para poder pincharlo y así poder comprobar si se ha alcanzado el grado óptimo de cocción.

10Déjelo reposar antes de consumir. Una vez conseguido el punto en que, al pinchar, la coraza del idiota parece mantequilla, ya podemos estar seguros de que está bien cocinado. Es aconsejable dejarlo reposar de diez a quince minutos antes de iniciar el trinchado para emplatar y servir.

>Bon Appetit!!!

Sergi Mo

Author Sergi Mo

Artista. Pintor. Narrador de historias.

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